El 1 de mayo ondeamos las banderas moradas. ¿Quiénes somos la clase trabajadora? Imprimir
29/04/2016

[Euskal Herriko Munduko Emakumeen martxa] El 1 de mayo es el día internacional de la lucha de la clase trabajadora. El día en el que se reivindica el trabajo, o mejor dicho, el derecho a un empleo digno remunerado. Un día que ha sido representado y defendido tradicionalmente por los sindicatos. Las mujeres hemos estado al pie del cañón y luchado por unos derechos laborales y condiciones de vida dignas, tanto desde el marco laboral convencional, como desde sus márgenes, y sobre todo, al margen de éste.

La brutal precariedad que acecha tanto al mercado laboral como a las relaciones laborales ha debilitado las herramientas colectivas de protección y promovido la individualización de las relaciones laborales. Obviamente, esta situación afecta de forma desigual a mujeres y hombres. Por lo que urge generar estrategias colectivas que nos permitan encabezar la encarnizada lucha que la situación requiere.

Por todo esto, desde la Marcha Mundial de Mujeres de Euskal Herria, queremos dar a conocer nuestra lectura feminista, que se articula en dos direcciones. Por un lado, exigimos que el 1 de mayo sea un día de lucha también feminista. Por otro, consideramos que es un día propicio para dar a conocer nuestra apuesta, es decir, las alianzas existentes entre los sujetos que trabajamos por una transformación social y económica.

En el llamamiento a la huelga general del 29 de marzo de 2012, La Marcha Mundial de Mujeres se adhirió a la mayoría sindical e hizo hincapié en que era un día de huelga no sólo en lo que al trabajo productivo remunerado se refiere, sino que también debía abarcar otros tipos de trabajo. Sacamos nuestros delantales a la calle para que se reconociera la legitimidad de los trabajos del hogar y cuidado, trabajos imprescindibles para la sostenibilidad de la vida. A su vez, urge ir más allá del mero reconocimiento. Necesitamos una revaloración social, política y económica de los trabajos del hogar y de los cuidados y un cuestionamiento de la actual reorganización social de los mismos, donde hombres y mujeres los asuman en igualdad de condiciones. Es responsabilidad de toda la sociedad. En este sentido, necesitamos traspasar la retórica de los discursos de la igualdad e ir a la raíz del problema para cuestionar tanto el modelo de educacióncomo las políticas de conciliación que en vez de resolver refuerzan el rol de las mujeres como sostenedoras de la vida.

Como solemos decir las mujeres, trabajo nos sobra, lo que queremos es un empleo digno. A día de hoy las tareas del hogar siguen  recayendo sobre nosotras. Es decir, seguimos recluidas en el mercado laboral no oficial, no regulado y no reconocido. Por lo que no es trabajo lo que necesitamos, sino una vida y un empleo de calidad que garantice a todas las mujeres autonomía, derechos y prestaciones.

Cuando hablamos del capitalismo neoliberal del siglo XXI, de las actuales transformaciones que sufre (el incremento del desempleo, la desaparición del tercer sector, la economía sumergida…), es decir, cuando hablamos de la clase trabajadora, ¿nos referimos sólo a los hombres blancos heterosexuales independientes de las fabricas? Creemos que es indispensable redefinir el concepto de clase trabajadora para que abarque todas aquellas actividades que posibilitan la riqueza, el valor, el prestigio, el cuidado y la sostenibilidad de la vida, sean estas remuneradas o no; porque el capitalismo y el heteropatriarcado están intrínsecamente interrelacionados. Ambos conforman un modelo insostenible basado en el dominio y explotación de las personas y del planeta y particularmente de los cuerpos de las mujeres, operando de manera diferencial según el contexto y en base al origen, la clase, la edad, la opción sexual, la etnia, etc. Es fundamental cuestionar esta alianza heteropatriarcal– capitalista desde sus raíces traspasando las lógicas de las crisis inherentes del sistema capitalista.

La Marcha Mundial de Mujeres de Euskal Herria que reúne a mujeres tan diversas como migrantes, bolleras, transexuales, con diversidad funcional, trabajadoras asalariadas, baserritarras, precarias, desempleadas, de distintas edades, de distintas procedencias, de la ciudades, de los pueblos… cree en las alianzas entre distintos sujetos políticos para la construcción de un modelo de sociedad nuevo, que tenga como eje central los feminismos. Somos conscientes de nuestra diversidad y de nuestras diferencias. Pero tenemos claro que, en esta época de cambio es imprescindible aliarnos para liderar una fuerza conjunta de transformación hacia el feminismo. La libertad real difícilmente puede llegar de una perspectiva única o minoritaria. Por lo tanto, si queremos una transformación real, es necesario reconocer la diversidad de luchas y la interrelación entre ellas. Por eso mismo, todas juntas ondeamos nuestras banderas moradas, para que no sean simples trapos.

Es obvio que hoy en día nos encontramos ante un choque entre modelos de vida. Por un lado, el modelo de sociedad actual, caracterizado por la productividad, el capital, la competitividad, la infravaloración del trabajo de los cuidados y los recortes sangrientos. Y por otro lado, el imaginario de otro modelo posible, caracterizado por la solidaridad y la interdependencia, que priorice tanto el trabajo productivo como el reproductivo, que coloque la vida en el centro y que dé valor político, social y económicamente al trabajo de los cuidados. Nos encontramos por tanto, ante un momento de transición, en el que es importante activar las luchas y responsabilizarse colectivamente de las necesidades materiales, afectivas y los trabajos de cuidados. Mientras, seguiremos reflexionando y transformando nuestras prácticas cotidianas, para desde la práctica teorizar de manera conjunta en torno a los retos posibles a medio y largo plazo.

Porque el 1 de mayo necesitamos tanto sindicalismo como feminismo, porque en el choque entre la vida y el capital  nosotras apostamos por  una vida digna,  ondeemos nuestras banderas moradas!!!