Resistencia en el campo de refugiados de Deisheh (Bethlehem) Imprimir
Brigada Palestina
10/05/2011

[Palestinako Brigada 2011 - Komite Internazionalistak] Amna camina al ritmo que le permiten sus 88 años de resistencia. Tras la Nakba, el gran desastre de 1948, el 78% de la tierra palestina fué robada por el ejercito israelí, destruyendo la mayoría de sus pueblos. El 68% de la gente palestina se convirtieron en refugiados, muchos de ellos en su propia patria. En aquel 1948, Amna y toda su familia fueron expulsadas de su pueblo cercano a Bethlehem, y junto al resto de sus vecinos tuvieron que trasladarse al campo de refugiados de Deisheh en Bethlehem. Lo que se prometía como situación provisional en un primer momento, se ha convertido en exilio forzado que dura ya 63 años. Hoy en día más de 11.000 personas se hacinan en 1 Km2 de extensión de este campo de refugiados.



Amna camina con cuidado, sabe que un tropiezo puede suponer un accidente fatal, en el campo de refugiados no se presta atención médica especializada, y sabe que en ningún caso las fuerzas militares israelíes le permitirían ser atendida en un centro médico fuera de Bethlehem.
Amna está orgullosa de su familia, una gran familia palestina como tantas, no solo por su número sino por las muestras de solidaridad y cariño que reciben y dan como solo la gente palestina sabe hacerlo.

Amna recuerda, lo que ha tenido que pelear para sacar su familia adelante en el campo de refugiados. Trabajó lavando la ropa en un hospital psiquiátrico, volvía a casa con las manos ensangrentadas de frotar las ropas de los enfermos, no sabía si al día siguiente sería capaz de volver al trabajo pero la necesidad de mantener su familia no le dejaba otra alternativa. Recuerda sus largas caminatas para conseguir agua para la familia, kilómetros recorridos descalza por un terreno de tierra y piedras. Hoy el acuífero más cercano al campo de refugiados que además de proporcionar agua de bebida surtía las huertas de la gente palestina, ha sido robado por la colonia cercana, trabajos de excavación han cambiado el curso freático del agua y el manantial y las huertas se han secado.

Recuerda perfectamente su casa, aunque la hayan derribado ella sería capacidad de saber sobre qué piedras se asentaba, su hijo Mahmoud nos traduce sus detalladas explicaciones sobre su lugar de origen y como fueron expulsados. El año pasado organizaron una excursión al pueblo de donde fueron expulsados hace 63 años, llevaron a las familias en autobús, hicieron una comida, tocaron música y bailaron hasta que alguien de una colonia cercana los denunció y fueron todos detenidos (incluídos ancianos y niños). No les importó, mereció la pena volver unas horas a los orígenes que no dudan en volver a recuperar.

Amna, como todas las madres y abuelas palestinas, se preocupa por el bienestar de su familia y los de su alrededor. Ahora no puede dejar de pensar en su nieto Mourad. Hace unos meses consiguió una beca para estudiar un master en Europa durante 2 años. Su abuela sufre, probablemente piense que su nieto pueda estar pasando por el exilio que pasó ella en 1948. Como va a vivir lejos de su familia!, solo!, sin comida!. Hace 15 días pudo hablar con él por Skype, sin duda lo vió delgado, desmejorado, cuando uno de sus nietos intentó mostrar a Mourad los ricos platos de comida palestina que su madre había preparado su abuela se enfadó: ¿no veis que con esto no hacéis más que darle envidia?, con el hambre que estará pasando, y vosotros enseñándole la comida!.

No cabe duda de que Amna es una luchadora nata, también lo es su familia. Su hijo Mahmoud milita desde joven en el frente popular, pasó 12 años de torturas y sufrimiento en prisiones israelíes. Su madre no lo abandonó en ningún momento, le siguió de cárcel en cárcel, pasó noches y días al raso, hiciera sol, lloviera, granizara, no se daba por vencida hasta que le permitían ver a su hijo. Ella recuerda cada uno de sus viajes a la cárcel, cada una de las humillaciones que tuvo que sufrir por parte de militares y funcionarios. Además de su hijo, Amna siempre se ha preocupado por las compañeras y compañeros de lucha de su hijo y lo hace hoy en día cada vez que sale a la calle. Se preocupa porque todos estén bien, y no duda un momento en ayudarlos en lo que haga falta.

En 2002 sus hijos participaron junto con 250 personas en el encierro de la Basílica de la Natividad, buscando refugio de los ataques del ejército Israelí. Las tropas invasoras sitiaron el lugar cortando la luz, agua y suministro de todo tipo de comida, medicinas, etc. Francotiradores del ejército ocupante mataron a 8 de las personas encerradas que intentaron asomarse al patio de la Basílica para conseguir agua o ayuda. Los cadáveres se pudrían en el interior de la Basílica pues el ejército israelí no permitía sacarlos como una forma más de presión psicológica. Tras 39 días de sitio sin comunicación con el exterior y duras negociaciones  consiguieron que la mayoría de los encerrados fuera liberado, 13 fueron exiliados a Europa y 26 a Gaza, entre ellos uno de los hijos de Amna, al que no ve desde entonces. Este es un tema tabú hoy en Bethlehem, cualquiera que hable del tema, sea en un medio de comunicación o incluso en la calle puede ser arrestado y acabar en prisión. Los restos del asedio y asesinatos fueron rápidamente limpiados para evitar posibles preguntas incómodas de los turistas que visitan el lugar. Turistas que son traídos directamente a la Basílica a través de un acceso especial anexo al checkpoint que debe cruzar la población palestina, para que de esta forma no tengan percepción de la humillación diaria para la población palestina, ni conocimiento del muro que divide casas y barrios de la ciudad.

Cuanto me has hecho trabajar! dice Amna a su hijo mirándolo fíjamente a los ojos, su mirada es una mezcla de cariño y orgullo. Sin duda está orgullosa de su hijo y su lucha, de la lucha por la dignidad y la recuperación de lo que les fué robado.